10
mayo

Lo mejor está por venir

Al final de la calle Libertad se encuentra la cárcel, aunque los presos de tercer grado ya solo acuden a dormir. Más allá hay rastros de lo que fue una concurrida plaza, como lo recuerdan fotos amarillentas tras cristal con polvo que, junto a otras imágenes, decoran paredes de una antigua taberna, donde se conversa y se bebe despacio y se fuma ahora en la puerta, con cierta prisa. Cerca, una triste pintada dice revolucion; así, sin tilde y con minúsculas, como pidiendo perdón. Y en contra de lo que con sordina las diez letras quisieran gritar, dan ganas de arriar banderas y de llevar las viejas casetes de himnos al mercadillo. O mejor, guardarlas en un sobre cerrado y dejarlas caer sobre un puesto y que nadie sepa, nunca, que un día las escuchabas con otros que con el tiempo se volvieron sordos -de tanto escuchar sonido de teléfonos, o del chirriar de bisagras de despachos, o de serviles columnas vertebrales en permanente vaivén de inclinación-. Entregar las cintas, como quien se rinde con un as en la manga, con la final esperanza de que alguien las adquiera de saldo y, al menos, las oiga una última vez. Pero ya apenas quedan radiocasetes en los apartamentos o en los automóviles y es difícil hallarlos en las tiendas en las que puedes comprar objetos con memoria que otros vendieron, probablemente por necesidad.

No hay estatuas de perdedores por la ciudad y es una pena; de Mujeres y Hombres -con mayúsculas- que alimentaron sueños, tan parecidos a los de esa inmensa mayoría silenciosa, pero que fueron borrados, tachados de idos, por esos -los listos, tantos listos-. Y sin embargo, hay más idos de esos tras las ventanas y balcones de las casas, paseando por las calles, buscando empleo o ganándose como pueden la vida, que estrellas iluminadas sobre las aceras. Tampoco abundan las estatuas anónimas de nombres corrientes, como si, en estos tiempos de valores en vías de extinción, no merecieran el mayor de los reconocimientos la honradez, la mirada clara, la razón del sueño tranquilo, la simple heroicidad de no hacer daño.

El libro gastado de tópicos vincula barrios con arterias, venas y capilares de la ciudad. Añade, por supuesto, una verdad de Perogrullo: la ciudad no existe sin sus barrios, sin su gente: el esfuerzo incansable de todas y todos que en ellos habitan y le dan vida por construir un futuro mejor. Y un presente mejor.

En un hermoso cuento de títeres, un barrio podría ser una madre, que, cansada del empleo fuera de casa -ojalá lo tuviera y fuera digno-, y del trabajo no menos ingrato en casa -ojalá compartido, siempre- se sienta al fin del fin de la dura jornada en el sillón viejo de la esquina del salón y acuden sus hijos al encuentro. Y ella, -también valdría el padre o los dos- como acto reflejo, estira los brazos girando sus muñecas y los hijos le hacen cosquillas, con infantil gratitud, con ternura que sabe a complicidad, lealtad y afecto sin medida.

A veces, el hermoso cuento se vuelve tenebroso y los títeres que lo representan son títeres para adultos, y son otros quienes se tumban en el sillón y estiran los brazos, girando sus muñecas esperando a que le hagan cosquillas los barrios, arrojados del sillón de su propia casa, al final de otra dura jornada.

Dicen que lo mejor siempre está por venir, y que así sea, aunque la vida, poco a poco, insista en desmentirlo y trate de recordar que eso que llamamos lo mejor, se fue hace tiempo. Niégalo, entonces, con los hechos. No con las promesas.

pasajerodelcircular
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Comentarios en este artículo

  1. Al hilo del titular elegido para tu estreno, tan solo decirte que lo mejor que nos podía pasar es tenerte en GranadaiMedia. De eso, estamos seguros. Sólo por tenerte aquí el esfuerzo ha merecido la pena. Gracias, amigo. Un fuerte abrazo.

    Álvaro Calleja
  2. Juan I. Bienvenido a este «espacio global» para el encuentro. Un abrazo…y como dice la canción «Que te vaya bonito»

    Yolanda Pizarro
  3. La primera parada del Circular, estupenda…Esperando ya la próxima…Cada vez seremos más pasajeros….

    Marmota
  4. Triste alegato al remordimiento de conciencias y a la acción regeneradora. Triste porque duele cada palabra, remueve las entrañas, nos instala en el pesimismo transcendental y conformista. ¿O no? …de mi depende.

    Eloy Alconchel
  5. En democracia, los ciudadanos eligen su futuro acudiendo a las urnas para dar su voto de confianza a aquellos que creen que les van a ayudar a tener una vida mejor, a ellos y a sus familias.

    Jordan Rygonze

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