Solo quedan los sueños, porque solo los sueños pueden incendiar lo que la realidad apaga. Lo revelan los indignados de mil causas, que ahora toman la voz y el asfalto, aferrados a la esperanza; esa inevitable forma de simular de lejos lo que sería la felicidad a la que se ven abocados los que sienten que todo, poco a poco, se apaga.
La indignación se concentra en grandes plazas, pese a dictámenes opacos, porque ya no hay esquinas por las que escapar, tras dejar los nudillos en todas las puertas, recorrer todos los mapas y perder el ánimo, la compostura y el amuleto de la suerte. Mirando a los ojos del futuro, proclaman que ya no, esta vez sí que no, que no vas a perdonar a la vida con los años, que algo debe cambiar, aunque asuman las paradojas de la historia, que en países que conocemos se manifiestan y hasta pierden la vida por votar y aquí, que ya se ensangrentó la tierra por defenderlo, se clama, ahora, para que el voto sirva de algo más, mucho más.
Pero es cruel la partida y nula la posibilidad de vencer: las cartas hace tiempo que están marcadas y el manual de las reglas del juego está escrito en alemán y hay letra pequeña en una página anexa, donde dice con claridad, según el traductor online, que “siempre vas a perder”.
Y así, siguiendo preceptos del maldito manual, todo sigue igual hasta nueva orden y mientras indignados se organizan, hastiados ya, el mundo es de otros: personajillos, que en una isla desierta con un puñado de descerebrados no estarían ni autorizados a dar el más mínimo consejo sobre asuntos pueriles -«no te metas en el agua que te mojas«-, dan órdenes, gracias a su singular fe religiosa, porque un día se les apareció la Virgen, tras lanzar sus plegarias fangosas al particular dios eléctrico. Necios con mando que dicen una cosa y la contraria para acertar siempre. Mediocres, en general, de dudosas virtudes, que descartan de plano a otros, simplemente porque esos otros aplican tan solo el sentido común. Expertos en el engaño, que se atreven a generar problemas dañinos, a costa del descrédito de segundos, terceros o cuartos, que ni pasaban por allí, o a crear problemas nimios, que ni se admitirían por excesivamente fáciles en un examen de matemáticas de Primaria, por correr gritando que tienen la solución y que ya se han encargado de ello.
Pero lo peor ni siquiera es eso, ni su ideología cambiante, la invención de su pasado, el uso de personas como kleenex o que nunca escuchan, salvo su voz. Lo más detestable es que son capaces, pese a todo, de morirse de envidia por no haberles vendido por un plato de lentejas, sin vinagre, sin tocino, sin lentejas.
Pero, ¿y si se cambiaran los papeles de esta trágica función, escrita por el más amargo de los guionistas?, ¿qué harían, entonces, esos agraciados de la vida sin la edulcorante suerte sobrevenida?, ¿cómo se comportarían en la vida real de los indignados, en la que escasean los milagros humanos y divinos? ¿Y si los indignados de mil razones tuvieran al menos una oportunidad? ¿Y si es posible alcanzar una mejor democracia?
O una estupidez prodigiosa: ¿y si fuera la vida más justa?
Soñar para incendiar lo que la realidad sofoca. Como en el último aguacero, cuando a media tarde dos gotas de lluvia cantaban frente a mí ‘Humo’, la bella canción de Lapido. Se miraban con deseo y bailaban. Ajenas a la tormenta, decidieron abrazarse para ser ya una única gota y caer, caer más deprisa y cuanto antes al suelo, con tiempo de tararear ‘Corrientes circulares’ de Los Planetas. Quién sabe si caer no será acaso la forma más sincera de volar. “Lo intenté y caí. Pero vosotros, desagraciados, nunca llegaréis tan alto”.
No sé si es más flipante el final, el principio o lo del medio o la música guashhhh!!!!!!!!!!!!!! no había leído algo asi por blog nunca acostumbrados a tontaditas y ligerezassssssssssssssssssss
Marcel
Genial, Juan I. Pérez.Dónde has estado escondido tanto tiempo. Me han dado ganas de decile a mi jefe esta mañana lo que tú dices con tanto valor. Me encantan las canciones que citas y lo de las dos gotas de lluvia me ha hecho llorar de rabia y emoción.
Lola
En voz baja la verdad suena más alta…ah, y las gotas de lluvia no podrán resistirse ni a esas palabras ni esa música…esperamos ya la llegada del próximo Circular!!!!!!
Marmota
cojundo.mu cojonudo
indignao
vaya pasada de pensamientos, razones, música y poesía.Belleza de blog
Sandra